Juan Diablo
Juan Diablo
Hace muchos años vivía un hombre llamado Juan, el cual tenía unos 42 años más
menos. Era en esos tiempos cuando Jesús todavía andaba por la tierra. Juan era
herrero: de contextura gorda y de estatura bajito, vivía solo en una humilde casita,
porque estaba enviciado en el licor, pero era un hombre de buen corazón, nunca
esperaba recompensa de un favor que hacía.
Cierto día llegaron dos personas a su casa diciéndole:
-“hemos venido preguntando por un herrero y nos han dicho que tú eres una
excelente persona. -¿Tú eres Juan?-. Así nos dijeron que te llamaban en el barrio.
Juan no sabía con quien estaba conversando. ¡Cuándo él se iba a imaginar que
los visitantes eran Jesús y San Pedro!…
.-Así me llaman, por aquí, mis caballeros:
- Mira Juan, nosotros queremos que nos herres nuestra burrita porque la pobre ya
no puede caminar, pero tenemos un problema, no tenemos dinero con qué
pagarte, pero si tu nos haces este favor nosotros te daremos a cambio 3 dones…
Entonces Juan con una sonrisa en sus labios les dice:
-¡Pues adelante, caballeros! Siempre ayudo al que puedo, porque sé que algún
día tendré que irme de la tierra y tendré que llegar al cielo.
Jesús mira a Pedro y sonríe. Juan empieza a trabajar. El animalito de no buenas
ganas acepta que Juan le coloque herradura a sus patas. Entretanto Jesús le dice
a San Pedro: - ¡Todavía queda gente buena en la tierra!
Pedro contesta: - No te fíes de los hombres, Señor, porque en realidad Tú sufriste por ellos y te
han pagado mal, en eso estaban cuando Juan les dice: - ¡Terminamos el trabajo, caballeros! Pedro se da vuelta por detrás del animalito y
encuentra excelente el trabajo. - Señor, este hombre hace muy bien su labor.
- Bueno, Juan, le dice Jesús, terminaste el trabajo, ahora pide tres dones. Juan lo
mira y sonríe - ¿Qué dones pueden dar ustedes si son más pobres que yo? Entonces Pedro se
acerca a Juan y le dice: - Él, ese hombre que tú miras, es Jesucristo, nuestro Creador.
- ¿Y qué anda haciendo por estos lugares entonces?
- Viene a dar sus “vueltecitas” de vez en cuando.
- ¡Ah! Entonces si es así vamos con los deseos. En primer lugar quiero que el que
se siente en esta silla, no se pare sin que yo lo ordene (era la única silla que
Juan poseía, que ya no se afirmaba de vieja, pero él sabía que el que llegaba a su
casa, se sentaba en ella). Entretanto Pedro se acercaba y le decía al oído: - Juan, pide por tu vida eterna y Juan le respondió:
- Cállese usted.-
- Tu primer deseo está concedido, dijo Jesús, pide el segundo.
- Quiero que el que suba a esta mata de higuera, no se baje sin que yo se lo
ordene (era un árbol que estaba por años frente a la puerta de su casa y daba
lindos frutos, cualquier persona que llegaba a su casa se tentaba con ellos. De
nuevo Pedro se acerca y le dice: - Juan pide por la vida eterna.-
- Cállate tú, le contestó Juan medio enfurecido.
- Tu segundo deseo está concedido, le dice Jesús, pide el tercero. Juan pensaba y
pensaba qué podía pedir y Pedro le decía: - Pide por la vida eterna.
- Y dale con eso. ¡Déjame pensar tranquilo ‘iñor!, le contestó Juan. En eso estaba
cuando recuerda que en su dormitorio tenía una bolsa en la cual guardaba el pan.
Espere un poquito, le dice: voy y vuelvo. Fue al dormitorio, vació, encima de un
cajón dos o tres panes que tenía y le dice: - Yo quiero que el que se meta en esta bolsa no salga sin que yo lo ordene. Jesús
le dice:
-Tus tres deseos están concedidos, espero que los uses en algo que a ti te sirvan.
Se despiden de Juan y se retiran. Él los contempla desde el umbral de la puerta y
les dice adiós con sus manos.
Nuestro Juan quedó solo en su casa. Se pone a pensar. - Voy a llamar al Patas de Hilo, estoy aburrido con mi pobreza. Sale de su casa y
se va al bosque y empieza a llamar a Satanás. - ¡¡Venga don Sata!… ¡uste que se cree tan diablo, aparezca! Por detrás de unos
árboles llega un jinete en un caballo negro y montura de oro y el animal botaba
fuego por los ojos. - ¡aquí me tienes, le dice Satanás ¿para qué me llamas?
- ¿Uste es el amigo? Yo me lo imaginaba con cachos y con orejas de chancho,
pero es una linda persona. El diablo pega una risotada y los dientes los tenía de
puro oro. - ¡Bueno amigo! le dice Juan, yo quiero que uste me de plata a cambio de mi alma.
Satanás le dice: - ¡tu alma vale muy poco…, así que pidas lo que quieras , solamente por diez
años. - ¡Harto poco son diez años!, pero en fin, que le vamos hacer. Acepto. Y ¿cómo
me va hacer llegar el dinero? - Cuando tú te duermas, debajo de tu cabecera amanecerán monedas de oro. El
diablo se despide. - ¡Disfruta de tus diez años Juan…!
- ¡Lo trataremos , lo trataremos le contesta…
Entretanto Satanás llega al infierno muy contento, diciéndole al rey de los diablos: - ¡le hice un negocio redondo jefe! – ¿de qué se trata? preguntó éste. Resulta que
uste da quince años por un alma. Yo le compré una en diez años.- ¡Que bien! Te
felicito hombre….
Y nuestro amigo Juan pasaba en fiestas, bebiendo licores buenos, bailando, y la
gente comentaba: ¿de dónde sacaría tanto dinero Juan? Pero él nunca cambió,
siempre igual. Entre tantas fiestas no se dio cuenta de que el plazo se le cumplió y
como se dice no hay deuda que no se pague… y se cumplió el plazo. Eran más
menos como las tres de la tarde cuando golpean la puerta de su casa. Juan que
hacía poco que estaba durmiendo, contesta desde adentro: - ¿Quién busca?
- Yo tu amigo del bosque. Juan se levanta y lo saluda. Le dice:
- espere un poquito, tome asiento por mientras, ¡no voy a ir tan sucio al infierno!
…..y le pasa la silla. Satanás que se sienta y Juan sale por la puerta trasera de la
casa.
Satanás aburrido de esperar intenta pararse y no puede. – ¡Este condena’o me
engañó! Murmuró. Juan estuvo como una semana sin llegar a su casa y cuando
regresó, encontró a su amigo sentado. Satanás al verlo le dice:
-Suéltame, te voy a dar diez años más…
-Bueno, si es así, váyase. Juan dice esa palabra y Satanás que se para. - ¡Listo Juan, en diez años más vengo a buscarte!
Llega al infierno triste y amargado Satanás.- ¿qué te pasa?, le dicen sus
compañeros.- Hice un trato y me engañaron. No te preocupes, no eres el primero
ni el último.
Pasó el tiempo y se cumplen los años.
Satanás convida a su mujer, ¿vamos a buscar a un rotito que tengo que traer?
Llegan a la casa y le dice:
- ¡Ahora no me vas a engañar, como lo hiciste la otra vez!
-¡Como se le ocurre mi amigo!…, si a uste le debo tanto, le contesta Juan con una
mirada picaresca. Tiene que haber sido entre enero y febrero, porque las brevas
negreaban de maduras. La diabla como toda mujer le dice a su marido: - ¡qué ricas se ven las brevas…Juan, que esperaba la oportunidad, le dice:
- ¡Sírvase señora!, está en su casa, las de más arriba están mejor. La diabla se
sube y dice:
Ven viejito, las de aquí están mejores. El diablo como pudo se subió y Juan los ve
arriba del árbol y se va…Una semana se demoró en regresar.
Y cuando llega a su casa con una sonrisa burlona les dice: - ¿han comido brevas? El diablo le contesta:
- Juan, por favor líbrame, te doy diez años más. –
-Si es así, váyanse.
Juan siguió con su misma rutina y pasaron los diez años. Pero esta vez vino el rey
de los diablos a buscarlo:
-Buenas tardes, llega diciendo a Juan. ¿Así que tú eres el que ha engañado dos
veces a mi empleado? ¡A mí no me vas a engañar! Juan le contesta:
-Pero tenemos un grave problema ¿cómo se que uste es el rey? Tendría que
demostrármelo. - Pide lo que tú quieras y yo te lo concedo. Juan se pasa la mano por la barbilla
haciéndose el tonto. - Uste que es tan diablo, ¿puede convertirse en un león?
-Eso es muy fácil, le contestó El Rey Satanás. Juan entonces le dice: - Todavía no me convence. Conviértase en un ratoncito. Juan, que tenía la bolsa
en sus bolsillos lo toma y lo encierra, y empieza a golpearlo con un martillo. El rey
Satanás gritaba:
-¡Suéltame, suéltame condena’o!….Juan abrió la bolsa y el diablo se fue para
nunca más volver.
Pasan los años, nuestro querido amigo muere. Una vez muerto no sabe para
dónde ir y se pone a pensar:
Me voy a ir al cielo. Llega y golpea la puerta y le abre el mismo don Pedro.- - ¡Tú no tienes cabida aquí en el cielo, por lo tanto vete! Juan regresa y dice voy a
ir al infierno y de regreso pasa por su casa, toma un par de tenazas y se las hecha
en el bolsillo. Llega a las puertas del infierno, que eran unos portones de fierro
muy grandes. Golpea los portones y asoma la nariz un diablito chico. A Juan, que
era más diablo que todos los diablos, le causa tanta risa ver la nariz del diablito
pequeño. Saca las tenazas de su bolsillo y le aprieta la nariz: el diablito como pudo
se libera y empieza a gritar:
¡Juan, el que engañó a mi papá!…. ¡Juan, el que engañó a mi papá! Al oír este
nombre los diablos salen arrancando como pluma que se lleva el viento. Juan abre
el portón y entra. Cuál sería su sorpresa al ver cientos y cientos de almas dentro
del infierno. Juan se compadece de ellas, y se pone a liberarlos. Estuvo afanado
toda la noche y al llegar al día siguiente, se quedó solo. En esos estaba su alma
triste cuando llega un ángel del cielo con un mensaje:
Tú, por liberar todas estas almas, ¡tienes ganado el cielo!
Eliana Modesta Rojas Silva, 15 años
Estudiante
Marchigüe, VI Región
Extraído del Libro: “Una palomita en mi palomar”. Cuentos y relatos campesinos
Colección Fucoa
Biblioteca Nacional de Chile