La Viejita Chachai
La Viejita Chachay
Vivía en el Barrio Pescador del pueblo de Arauco, una señora de edad
indefinida que vendía pescado en una carretela por las calles.
Era lo particular de su grito “ay..ay..ay….pescado fresco….” y después de un
sólo tiempo “chachaychaychaychay…. Chachaychaychaychay…” lo que la hizo
merecedora de su apodo “La Viejita Chachay”.
Su marido, quien había sido pescador murió trabajando en el mar, y su
único hijo que acompañaba a su padre en las faenas de pesca, viendo que su
madre ya estaba muy anciana, decidió vender el bote y dedicarse a la venta
de pescado por las calles del pueblo.
Esta anciana tenía una vaca recién parida con un ternero, que ordeñaba
todas las mañanas y llevaba a lugares donde había pasto. Ahí la amarraba y en
la tarde volvía por ella, recorriendo de esta forma, todos los días el pueblo de
Arauco.
Un buen día amarró a la vaca y su ternero en un lugar cerca de una
chacra, pero los animales se soltaron derribando parte del cerco y pasando al
terreno que pertenecía al Gobernador del pueblo. El suelo, que estaba
sembrado con porotos y maíz quedó destrozado por el daño que causaron los
animales.
Cuando alguien se dio cuenta avisó al Señor Gobernador, quien ordenó
amarrar la vaca y el ternero dentro de su predio, en un espacio donde sólo
había tierra. Así estuvieron los pobres animales hasta que la anciana fue a
buscarlos, sin embargo, no los pudo retirar, ya que el Señor Gobernador le
cobró por el daño que habían causado. La Viejita Chacay, que no ostentaba
riquezas ni mucho menos dinero, debió dejar allí a sus animales hasta
conseguirse el monto cobrado.
Pero a la pobre nunca le faltaban los problemas y mala suerte, ese día,
su hijo andaba con sus amigos tomando y no estaba en casa, lo que complicó
más conseguir el dinero para rescatar a sus animales. Fue así, que cuando
volvió a verlos, estos estaban muertos debido a la sed y hambre.
Tras lo sucedido, no faltó el ciudadano araucano que tenía “sangre en
el ojo” con el Señor Gobernador, y le aconsejó a la viejita que fuera a
Santiago a conversar con el Presidente de la República, Don Juan Antonio
Ríos, hombre oriundo de Cañete y muy sensible con el sentir de los habitantes
de su provincia.
Le armaron todo el viaje, la viejita mató una gallinita, envolvió un
quesito y una docena de huevos. Tomó el tren de la mañana que en compañía
de un amable ciudadano la dirigió hasta Concepción.
Las Rosas 66 B Huertos Familiares San Pedro de La Paz.
Fono 41-2946064 84118426
Pagina Web www.altardepiedra.cl
En Concepción esperaron el tren nocturno y nuestra simpática Viejita
Chacay, se fue a la capital con el deseo de pedirle justicia al señor
presidente.
Una vez llegada a Santiago se fue (o la llevaron) a La Moneda, donde
habló con un carabinero de turno y le dijo que venía del pueblo de Arauco a
pedir justicia al señor presidente. Alguien la escuchó y Don Juan Antonio Ríos
la recibió con un abrazo, le recibió sus regalos y la escuchó. De inmediato el
presidente a través del telégrafo mandó un oficio al Gobernador, en el que
exigía la restitución de un ternero y una indemnización por los días que la
Viejita no pudo sacar leche ni venderla.
En un pueblo chico las buenas y malas noticias corren como un reguero
de pólvora, y cuando la Viejita Chacay regresó al pueblo de Arauco, en la
estación estaba todo el barrio pescador esperándola con aplausos.
Fue tanta la humillación del señor gobernador, que antes del año renunció a
su puesto y se fue del pueblo…
Doy fe de haber escuchado este relato en una conversación entre la
Srta. Rosita Guzmán, “matrona colegiada” y la Sra. Andrea Barrales Alé, en
el año que hice mi primera comunión 1957.