Ánimas de Purgatorio

Animas del Purgatorio

Fue en el año 1971 en el mes de Junio para celebrar el cumpleaños de la Tía Noema, en una lluviosa y oscura tarde
llegué a su casa de campo, ubicada en Villarrica, sector de Quiapo, entre Lebu y Arauco por la costa . Ella vivía
solamente con su fiel, abnegada y paciente Blanquita. Hicimos once-comida y después nos quedamos
conversando en la galería, tomando mate junto al bracero y a la estufa a leña. A esa hora llovía torrencialmente,
más avanzada la noche, aplacó la tempestad y apareció la luna radiante junto a un cielo completamente
despejado que duró unos minutos, para luego dar paso a las nubes cargadas de agua. Me recordaba la tía que “la
noche tiene siete cambios”. En eso estábamos cuando de un repente sentimos un ruido en el camino, bufidos de
animales, galopes de caballos, ladridos de perros y disparos de carabina. La tía Noema sin inmutarse me dijo:
-son cuatreros que andan robando animales.
-¡Tía, están disparando!
-¡Ah ese tiene que ser el primo Armando que disparó su carabina para asustar a los cuatreros!
-¿Y sus animales?
-Están bien encerrados no hay problemas. Luego de eso nos fuimos a acostar.
Don Armando vivía como a unos 3 kms. distante de la casa de la Tía, su casa estaba sobre un montículo, al borde
de unos acantilados. Tenía una vista privilegiada hacia el mar, a los valles y cerros de la cordillera Nahuelbuta y
desde ahí veía perfectamente bien la casa de su prima. Al día siguiente como a las nueve de la mañana, antes de
tomar desayuno sentí que alguien llamaba al portón. Salí abrir y era don Armando, el primo de la Tía. Nos
saludamos y me preguntó por toda la gente:
-A noche ¿sintieron la zalagarda que hubo? ¡Andaban estos carajos robando animales! Yo salí al bacón y miré
para acá pero esto estaba todo iluminado y se veía harta gente. ¿Llegó mucha visita ayer?
– No don Armando estamos solas, la única visita soy yo. Anoche sentimos ruido de animales, galopes y disparos y
la Tía dijo que usted había disparado su carabina.

  • Si puh, pero ¿cómo? ¡Si por lo menos había 4 lámparas “Petromax” encendidas, esto estaba todo iluminado!. Yo
    pensé que con tanta gente estos sinvergüenzas no se atreverían de entrar aquí. Yo insistía que estábamos solas.
    En eso aparece la Tía, saludando a su primo e invitándolo a pasar y así desayunar juntos y como escuchó lo que
    estábamos conversando le dijo:
    -Armando para que usted sepa, son las Ánimas del Purgatorio las que cuidan mi casa y me protegen. Esas eran las
    personas que usted vio anoche y¡ acuérdese como llovía!. Es por eso que yo no tengo miedo y no uso la escopeta
    ¿para qué?
    Vi en la mesa a don Armando muy reservado y luego explicó el motivo de su visita, en la tarde recibiría a unos
    parientes de Santiago y le pidió a la Tía prestada 2 lámparas Petromax” para tener bien iluminada su casa. Se fue
    pensativo y sin hacer mayores comentarios. Ambas personas en esa fecha eran mayores de 70 años. La Tía me
    comentó que “la fe mueve montañas” y que sus abuelos y sus padres mantenían en sus casas estampas de las
    Ánimas del Purgatorio y en el mes de noviembre le rezaban un novenario.
    Como decían mis mayores que “la curiosidad rompe el saco”, empecé a preguntar a las personas que vivían
    cercanas a la casa de la Tía y me contaban que siempre veían gente en ella entrando y saliendo y algunas veces
    veían luces durante la noche. Es por eso que su casa nunca sufrió de robos ni de otras adversidades que lamentar.

Don Sergio Reyes Farías y la Sra. Inés Quiroz eran un matrimonio mayor y vivían solos. Dueños de una pequeña
imprenta en Santiago Centro. Don Sergio hombre católico y cristiano por convicción, y por lo mismo respetuoso
de las leyes de Dios. Durante el día había dos operadores en la imprenta, que a las cuatro de la tarde se retiraban
de la casa,
Don Sergio todos los días lunes al venir la oración le encendía una vela a Las Animas del Purgatorio. En ese barrio
los robos eran frecuentes, pero a El nunca le pasó nada y sus vecinos también veían personas misteriosas que
entraban y salían de la casa, especialmente en la noche.

En el año del Bicentenario, doy Fe de lo narrado. Sylvia Gutiérrez Barrales.

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